Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha sentido una enorme fascinación por los laberintos: símbolo empírico de la búsqueda, del infinito, de las trampas y, en última instancia, de la vida. Recorrer sus pasillos, de hecho, significa aceptar que uno no sabe si llegará al final, ni cómo ni cuándo, y, a pesar de ello, seguir avanzando por acierto y error hacia el punto de salida.
Uno de los laberintos más famosos y legendarios de la historia es, sin duda, el construido por Dédalo: un mítico artista de la Antigua Grecia que construyó dicha estructura en Creta a instancias del rey Minos, con el objetivo de aprisionar al Minotauro.
Hoy, sin embargo, el más famoso es sin duda Il Labirinto della Masone, un intrincado camino de bambú querido por Franco Maria Ricci y universalmente reconocido como el mayor laberinto del mundo. Descubramos pues más sobre esta fascinante construcción.
Il Labirinto della Masone, el mayor laberinto del mundo
Como ya se ha dicho, Il Labirinto della Masone nació de la loca idea de Franco Maria Ricci de crear un camino infinito enmarcado por bambúes en la localidad de Fontanellato, en la provincia de Parma.
Al artista gráfico, editor y diseñador italiano siempre le habían fascinado los laberintos, pero no fue hasta la década del 1980, tras un encuentro con Jorge Luis Borges, cuando decidió crear el suyo propio. Tras unos veinte años de replanteamientos y planificación, la obra empezó a tomar forma a principios del nuevo milenio gracias a los dibujos de Davide Dutto, ahora arquitecto, pero entonces sólo estudiante universitario-.
Además, la inspiración procede de dos mosaicos de época romana conservados en el Museo del Bardo y en el Kunsthistorisches Museum de Viena; la particular planta estrellada deriva de las ciudades fortificadas de Palmanova y Sabbioneta; los edificios conservados en la zona verde, por su parte, son obra de Pier Carlo Bontempi.
Yuniet Blanco Salas